domingo, 24 de marzo de 2019

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Sé que la ciudad nos come vivos, siempre.
Miro por la ventana:
mi madre, mi padre, mis hijos...
fantasmas, en la rue Grenete.
También te veo a vos
y entonces se desvanece el poema..
Solo están los árboles
que sospechan la llegada del otoño,
sus hojas en las veredas.
Pero aun no aceptó el afuera,
apenas pellejos frios es mi cuerpo.
En este instante una anciana azul cruza la calle.

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