viernes, 13 de julio de 2018

EXCRITURA DE UN LECTOR DE VALLEJO

El lector sonríe, perdido, al pensar esas imágenes:
la carne del llanto,
la fruta del gemido.
Quizás son las pastillas, -¿cuántas tomó?-,
que alteran los versos de Vallejo:
no hay toz hablada,
que no llegue a bruma.
Todavía no se da por vencido, insiste,
acaricia las palabras con miedo:
quiero decir muchísimo
y me atollo
Apenas sostiene, desconcertado, el libro
que lo aturde con su clamor último:
¡Vámonos, estoy herido,
vámonos a comer yerba!
El lector intenta olvidar sus inútiles pensamientos.

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