EXCRITURA DE JUAN L. ORTÍZ
Siempre entre las cosas fugitivas
o amenazantes o pesarosas,
la mirada ciega del poeta
apenas acaricia el espanto.
Una sombra en el humo
con pantanos, tigres, adioses;
pero él vuela sin alas,
inmóvil, ya vencido.
El alrededor es mudo,
un simulacro de sentidos,
el abismo de las formas,
voces rotas de sus muertos.
Inútil es su desesperación:
nunca le sirven las palabras,
solo asumir su condena,
cerrar los ojos, temblar... y escribir.
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