domingo, 14 de abril de 2019

12

A ese pedazo de queso con gusanos
ya no le importa
la punta podrida del hombre.

Tampoco a ese tapiz sordo
donde dibujaba con un palito
las muecas de su alma.

Ni a la gracia del gran caballar
sin otro destino
que la gloria de sus cenizas.

Cada poema se come a las memorias
y después las vomita:
ese miedo de los caracoles vacíos.

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