miércoles, 21 de noviembre de 2018

EXCRITURA DE CORTÁZAR


Solo cuando andaba en los subterráneos
él podía olvidar a su trompeta;
no importaba el tiempo,
tampoco la melodía.
Viajaba en un cañón mudo
a través de su memoria,
solía ver sus pies de niño, desnudos,
la resignación de su madre
y alrededor el barro de la miseria.
A veces hasta sonreía,
sus ojos aun podían asombrarse,
mirar a las gallinas flacas
sin que lo moleste ningún periodista.
¡Qué buena era estar sin ropa,
sucio, puro huesos en la cocina de su casa!
Claro que en algún momento,
cualquiera, tenía que bajar;
y volver otra vez a la realidad falsa,
esas trampas del sol,
la lluvia, el viento en las calles;
con ganas de perderse
y olvidar su rostro en un callejón.
Él, además, era el gran Charlie Parker,
esa desesperación que aullaba en la trompeta.



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