LAS RUINAS
Ya no hay más muros que derribar,
ningún cascote.
Anda desnudo.
Ni siquiera un perro lo acompaña.
Todavía está muy lejos,
pero no quiere llegar.
Solo escucha los latidos del olvido
y vuelve a perder su nombre
y la sed de las palabras:
no recuerda ningún espejo
que burle la sordera de las plegarias
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