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En el comienzo del día
el mundo entero es la ventana,
un mate
y el silencio del estar.
Claro que es suficiente,
pero otro es el juego,
su distracción,
y la tristeza de un árbol.
Además ya se sabe,
la rutina apura su sed,
hueca,
y consagra al reloj sin voz.
Mejor es apartarse,
encender un cigarrillo,
chupar,
y que se agote la vida en ese gesto.
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